martes, 24 de noviembre de 2009

No pudo esconderse

  • Hasta el pasado viernes, Ricardo Fernández Barrueco vivió envuelto en una concha.
  • ¿De dónde proviene este empresario y cómo forjó su fortuna?
Tás pillao ---> por Alfredo Meza

TalCual Una paradoja resume la vida pública del empresario Ricardo Fernández Barrueco: la de acumular fortuna y pretender que nadie hable de él. El dinero, como la tos, no se puede disimular.

La frenética carrera de Fernández Barrueco, de 44 años nacido en Caracas en 1965 y de ancestros españoles, por esquivar las preguntas de la opinión pública sobre el explosivo crecimiento de sus negocios se ha topado de pronto con un paredón alto.

Desde el pasado viernes, cuando la Superintendencia de Bancos decidió intervenir cuatro entidades financieras en las que posee mayoría accionaria, sabe que no podrá jugar a las escondidas.

Es la segunda vez que su nombre encabeza titulares de la prensa en Venezuela, donde es un personaje desconocido para las mayorías, a pesar de que cada uno de sus pasos modifica la vida de cientos de personas.

En Estados Unidos, en Panamá y Ecuador, en cambio, sus inversiones llamaron la atención de la prensa. En 2007, por ejemplo, un avión de su propiedad, valorado en cinco millones de dólares, fue confiscado por la DEA debido a irregularidades en el registro de la matrícula estadounidense.

Un año después sus abogados lograron un acuerdo con el Gobierno federal y cancelaron 1,1 millones de dólares de multa para cerrar el caso.

Hace tres años y medio Ricardo Fernández Barrueco había tenido que salir de ese voluntario anonimato después de que Hugo Chávez lo mencionara en la edición de Aló, Presidente, del 19 de marzo de 2006.

En esa oportunidad, el primer mandatario dijo que Fernández Barrueco formaba parte "de un esquema concertado para establecer una estructura financiera secreta para contener fondos saqueados de Pdvsa y el Tesoro Nacional".

Pero Chávez no lo acusó de formar parte de una banda de delincuentes. Más bien salió en su defensa y atribuyó el informe a una campaña de descrédito internacional contra Venezuela. No podía ser Ricardo Fernández un hombre contrario a los intereses del Gobierno.

En 2002, cuando se detuvo la industria petrolera, fue uno de los empresarios que prestó la infraestructura de su negocio para superar la emergencia ocasionada por el llamado a paro apoyado por Fedecámaras y la CTV. Al igual que Wilmer Ruperti vio en ese lance la ocasión de establecer una relación provechosa en el largo plazo. Y no se equivocó.

Fernández Barrueco pagó entonces un extenso remitido en el diario El Universal, publicado el domingo 26 de marzo de 2006, que pretendió aclarar las leyendas negras que se tejían a su alrededor.

Los quince puntos resumían lo que siempre ha sostenido delante de los suyos: que no debía su éxito como empresario a la ayuda que había dado al Gobierno, sino al esfuerzo de sus empleados y las inversiones de sus socios.

En efecto, en los registros mercantiles de Caracas se puede rastrear parte de esa actividad. Junto a Sarkis Arslanians Beyloune fundó el 5 de abril de 1995, cuando Chávez era nada o casi nada, la empresa Venezolana de Granos con un capital de 50 millones de bolívares antiguos y el 26 de junio de ese año estableció una sucursal en Araure, estado Portuguesa.

"El tenía tres camiones y transportaba el arroz que sembraba. No tenía esa inmensa fortuna que hoy acumula", asegura un productor de la zona que lo conoció en aquellos años.Le fue muy bien en el negocio a la empresa. En 1997 aumentaron el capital a 1.927.694.282 de bolívares.

La actividad principal de Venezolana de Granos era ­es- la recepción y procesamiento de arroz paddy a través de dos plantas en Las Majaguas, estado Portuguesa, comercializados por medio de la marca Arroz Doña Antonia y la venta de productos derivados. Fernández tenía su propia red de distribución.

GRACIAS A CHÁVEZ

Jamás podrá ocultar, sin embargo, que la buena relación que forjó con el Gobierno le permitió aumentar exponencialmente su fortuna. En 2006, el Ministerio de Alimentación convocó a una licitación para ver quién le vendía la harina de maíz a Mercal.

Y Ricardo Fernández fue el favorecido. Polar y Cargill no pudieron superar su oferta por el tipo de negocio que planteaba: no incluir en el precio final del producto el costo del empaque, ni de la distribución. El Minal sí se lo exigió a Polar y Cargill, aseguraron dos fuentes que conocieron la licitación.

Fernández también se hizo de la empresa Fextum (Fábrica de Exquisiteces de Atún) el 27 de octubre de 2004, y abrió una sucursal en Panamá, país en el que Fernández Barrueco posee otras 29 sociedades anónimas, para abrirse paso en el sector de la pesca.

También ha expandido sus negocios en Ecuador. Todas esas operaciones causaban gran curiosidad, pero él, fiel a sus principios y tal vez a un viejo recelo con la prensa, hacía esfuerzos por ocultarse. No se conocen fotos de él. Puede subir a un carrito por puesto sin que nadie lo reconozca.

Las compra de cuatro entidades financieras ­Bolivar Banco,Banpro y Banco Canarias y Banco Confederado­, concretadas entre septiembre y octubre de 2009, potenciaron su exposición a los medios.

La Superintendencia decidió intervenir a puertas abiertas los bancos y publicó en Gaceta Oficial la razón: el empresario, a pesar de ser el principal accionista, recibió préstamos superiores a los 700 millones de dólares de los bancos Confederado, Bolívar y Banpro, para adquirir certificados de participación de las empresas Inverfactoring C.A. y Activos Corporativos AG, pertenecientes a su grupo empresarial.

Era cuestión de días que su rostro dejara de ser el signo de interrogación que fue hasta el pasado viernes.

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