El rey avanzaba majestuoso solemne por la engalanada avenida, sus súbditos inclinaban la cabeza y mostraban el semblante de complacencia que opinaban adecuado para tan magno acontecimiento.
Pero llegó un niño, jugando con un aro, distraído, hasta que se topó con aquel grupo de correctos burgueses que estaban demostrando su admiración por su Rey y sus galas.
El niño levantó la vista y miró al rey ¡El Rey está desnudo!, exclamó
Se deshizo entonces del hechizo, lo que todos sabían, pero que nadie osaba decir, estalló como un gran petardo de ferias, el rey estaba desnudo.
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